domingo, 30 de octubre de 2011

Ella no me conoce

( Final )

Salimos del cuarto. Por un momento pensé en correr, irme de ese lugar y olvidarme de todo. Estaba muy confundida.
Poco a poco el miedo fue invadiéndome. ¿Cómo iba a reclutar a mi abuela? Me dirigí con la mujer y le pedí que me explicara detalladamente el plan.
La mujer fue breve: ir con los conocidos que no fueran católicos y deshacerme de ellos de una manera sutil. Al final, cuando diera mi reporte de cuantas personas había visitado al día, ellos pasarían a recoger los cadáveres.
Me puse a pensar en lo que la mujer había dicho y llegué a la conclusión de que todo parecía una trampa. No podía ser tan fácil matar a las personas y que después fueran por ellas.
Le dije que no creía que ese plan fuera el correcto. Ella contestó que así iba a llevarse a cabo, que si no estaba dispuesta a obedecer, podía irme inmediatamente. Por el tono en que me lo dijo supe que no saldría con vida de allí.
Tenía que pensar en la manera correcta de hacer las cosas. Dios pedía matar y si no lo hacía, no me salvaría de la tragedia que azotaría al mundo.
Comprendí que mi miedo era en vano. Solo tenía que obedecer y ya. Además esas personas que morirían nos salvarían del fin del mundo.
Poco a poco fui creando mi plan. De repente la mujer dijo que nos trasladaríamos a unos albergues para que en un lapso de 3 días empezáramos con nuestra misión.

El camino fue bastante pesado. Un silencio abrumador invadió el autobús. Todas nos mirábamos pero nadie era capaz de decir una sola palabra. Yo simplemente seguía pensando en los mínimos detalles de mi plan, mi propio plan.
Las primeras personas que reclutaría serían mis amigos, familia o conocidos. Aún tenía una duda. ¿Para qué reclutarlos? La mujer me había dicho que pasarían a recoger los cadáveres. Entonces, ¿a quienes íbamos a reclutar?

lunes, 24 de octubre de 2011

Locura y realidad

( final )


El hombre salió de la bodega. A mi lado se encontraba una joven de 23 años llamada Ana.
Empezamos a cuestionarnos sobre lo que había dicho aquel hombre y  de lo que pasaría en los próximos días. Las dos no dábamos crédito a lo que se nos estaba pidiendo: matar a toda persona que no fuera católica.

He de confesar que me dio mucho miedo aquella orden pero prefería cumplirla al pie de la letra.
No quería morir. Toda mi familia era católica así que los demás no me importaban.
Después de todo ese caos, nos reunimos en grupos de 30 personas. Salimos de la bodega y nos dirigimos a unos cuartos pequeños. Nuevamente los oficiales pidieron que entráramos ordenadamente. Una vez dentro, una mujer alta dijo que  nos explicaría como se llevaría a cabo la matanza.
 
Algunas mujeres estaban en shock. Yo simplemente quería escuchar lo que haríamos pero aquella mujer dijo que no todas participaríamos en el plan.
Poco a poco, cada una de nosotras se presentó. Por fin llegó mi turno: me llamo Alejandra, tengo 20 años, trabajo y soy soltera. Soy católica como toda mi familia y estoy dispuesta a cumplir lo que Dios nos pide.
Al final de las presentaciones, la mujer platicó con cada una en voz baja. Cuando fue mi turno, preguntó que si me consideraba una persona débil. Mi respuesta fue que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por salvar a mi familia y salvarme a mí. La mujer me miró fijamente, sonrió de una manera extraña y pasó con la siguiente chica.

No sé cómo pude ser tan cruel. Ya no sabía quien era realmente. Mi forma de pensar cambió de una manera tan drástica y solo deseaba escuchar esas órdenes para empezar con el plan y que todo acabara. La mujer mencionó solo 10 nombres y pidió que el resto de las mujeres saliera del cuarto.
Todas esas chicas se fueron llorando hacia el autobús. Nunca supimos que fue lo que realmente pasó con cada una de esas chicas.
 
En ese instante, la mujer dio la primera orden: empezar a reclutar a nuestros amigos, familiares, vecinos o cualquier conocido que no fuera católico. De repente, vino a mi mente un nombre: Mary. Mi bisabuela ya no era católica. Tenía aproximadamente un año que ella se había cambiado a la religión cristiana. Por supuesto toda la familia había dado el grito en el cielo. A nadie le pareció que cambiara de religión de un día para otro.
Mi bisabuela me preocupaba. ¿Sería capaz de matarla? Esa pregunta era difícil de responder pero si no la mataba yo alguien más lo haría.
En ese momento me di cuenta de que las cosas serían difíciles. Ya no tenía que preocuparme por los demás ni por mi propia familia. Desde ese instante, supe que tenía que actuar y pensar de manera fría.
Si Dios pedía matar a los que no fueran católicos, no tenía porqué sentir pena alguna.

lunes, 17 de octubre de 2011

¿Cómo me voy a olvidar?


( Final)

Cuando la señora dijo eso me reí. Me miró fijamente y dijo que no era de risa lo que había comentado. No entendía de qué hablaba.
En el trayecto me fue explicando que su esposo conocía a un sacerdote, el cual, le había dado esa información. No sabía si creerle o esperar explicaciones. Tenía miedo y una serie de dudas invadía mi mente.

Tras un largo rato, el autobús se detuvo. Los oficiales pidieron que bajáramos. Poco a poco fuimos descendiendo y  me di cuenta de que solo éramos mujeres y hombres mayores de edad. Cada persona traía en sus manos documentos o pequeñas maletas. Yo traía solo documentos oficiales pues creí que regresaría a mi hogar.

Lo primero que hicimos, fue hacer una fila de hombres y otra de mujeres. Los oficiales pasaban preguntando nombre y edad.
Una vez separados, subimos de nuevo a los autobuses. Esta vez me tocó con mujeres de 20 a 25 años, muchas de ellas llorando al no saber que ocurriría.
Después de 2 horas, llegamos a nuestro destino. Había mucha seguridad. Unas mujeres vestidas de blanco subieron al autobús. Nos informaron que se realizaría una conferencia para explicarnos el motivo por el cual estábamos allí.

Bajamos del autobús. Frente a nosotras se encontraba una bodega. Los oficiales nos pidieron que entráramos de manera ordenada. Caminamos un poco y pudimos ver que había muchas sillas. Nos sentamos y nos miramos con nerviosismo unas a otras.
Estuvimos esperando explicaciones aproximadamente 30 minutos, hasta que por fin, apareció un hombre.
Esta persona nos miró y dijo que se alegraba de que estuviéramos reunidas. Después, tomó el micrófono. Recuerdo claramente sus palabras: "nos encontramos aquí, hermanos y  hermanas, para dar a conocer un momento histórico en la humanidad. Como sabemos, el fin de los tiempos se acerca, y es necesario que estemos en paz con Dios. Para esto, nuestro señor Jesucristo, a  través de el Papa, ha enviado el siguiente mensaje:   toda persona que no profese la religión católica deberá ser  exterminada para así, lograr la salvación de mis hijos católicos, mis verdaderos hijos fieles, antes de el fin del mundo."

Inmediatamente empezaron las cuestiones hacia ese hombre pero  los oficiales presentes pidieron que guardáramos silencio.
No podía creerlo. Por un momento creí que todo era una broma de mal gusto. ¿Quién era ese hombre? Traté de analizar un poco sus palabras pero mi mente solo pensaba en matar.

lunes, 10 de octubre de 2011

La llegada

Me despertó el ruido de la calle. Ví decenas de policías frente a mi casa.Tomé el teléfono, pero estaba tan nerviosa que no sabía a quien llamar.
Me asomé por la ventana.Un policía me vió e inmediatamente me hizo señas de que bajara. Tenía miedo pero aún así baje.
Al salir de mi casa, el policía preguntó mi nombre. Al ver que no le respondía, volvió a preguntarme ; Liliana , respondí . Pude ver que todos mis vecinos estaban afuera, desconcertados igual que yo. El policía anotó mi nombre y se fué. No sabía lo que realmente sucedía pero presentía que no era bueno. A  lo lejos, veía una gran cantidad de patrullas y aproximadamente de tres a cuatro policías frente a cada casa.
Cuando era pequeña siempre fui miedosa. Sufría de ataques de ansiedad cuando algo me asustaba y nunca supe controlarme. Ahora me pasaba lo mismo, las manos me sudaban, cada vez me costaba mas respirar y sentía que el corazón me latía a mil por hora. Volteaba a ver a la gente que se encontraba en la calle esperando que alguien dijera que pasaba, pero parecía que los policías cuidaban que no platicáramos unos con otros.
Sonó el teléfono. Pensé en ir  a contestar a pesar de la mirada retadora de uno de los oficiales. Inmediatamente , el oficial me ordenó que no contestara .No podía más.Quería informarme y decidí preguntarle que ocurría. Se acercó y  me dijo que no tenía autorización para dar explicaciones  y que lo único que me pedía, era tomar documentos importantes, un poco de ropa y desalojar la vivienda.
Entré a mi casa. La crisis de ansiedad aumentaba; tenia miedo de que se complicara. Se escuchó que gritaban mi nombre. Salí y vi al oficial que me dió las indicaciones.Dijo que  de favor le mostrara una identificación oficial. Le había mentido. Mi nombre no era Liliana....
Le mostré mi identificación. Me miró molesto y dijo que  saliera de la casa. Obedecí su orden.
En la calle se encontraban varias señoras que me hicieron un cuestionario. Tuve que anotar edad, lugar de nacimiento, nombre, tipo de sangre, estado civil, si estudiaba, si trabajaba, si tenia hijos, pero lo que mas me sorprendió, fue la exagerada cantidad de preguntas sobre la religión.
Una vez contestado el cuestionario, nos fueron separando en grupos. Al poco rato, me dí cuenta de que me encontraba con  personas que jamás había visto.El oficial nos explicó que  llegarian unos autobuses, los cuales, nos trasladarian a un lugar mas seguro.
No sabía que pensar,hasta que una mujer aclaró mi gran duda. La iglesia católica, había ordenado acabar con cualquier persona que siguiera  otra religión.


( Final)