domingo, 13 de noviembre de 2011

He pecado

( sexta entrada final )
Y así empezó nuestra salvación. Mis manos sudaban y mi corazón latía rápidamente. Creí que esa crisis pasaría pero no fue así.
Vi a todas las mujeres correr. Los policías daban órdenes y todo era un caos. No reaccioné hasta que una de las mujeres me dijo que corriera.
Inmediatamente salimos del albergue para abordar los camiones. Todo era desesperación e incertidumbre. Había demasiadas chicas y el transporte no era suficiente. Rápidamente subí a un camión  y poco a poco se fue llenando. Ya no cabía ni un alma. El chofer simplemente decía que de alguna manera tenían que subir todas las chicas que faltaban.
Mis manos seguían sudando y  me empezaba a faltar el aire. Por un momento pensé que no aguantaría mucho tiempo y mi crisis empeoraría. El camión avanzó. No sabía si se habían quedado chicas, y la verdad, no me importaba. Traté de controlarme y pensar que llegaríamos pronto al albergue de hombres. Jamás creí que el recorrido fuera tan largo.
Ya no sentía mis piernas. Todas las chicas estábamos desesperadas. No podíamos movernos ni un centímetro. Cuando sentí qué ya no podía más el camión se detuvo. Habíamos llegado al albergue de hombres.
Bajamos del camión. Me sorprendió ver la gran cantidad de militares que estaban fuera del albergue. En una enorme fila los hombres estaban recibiendo sus armas.
 Los militares inmediatamente nos pidieron que nos anotáramos en una lista. Después de que nos anotamos entramos al albergue. Una mujer joven nos dio un número y pidió que esperáramos hasta que nos llamara.
Pasaron varios minutos hasta que escuché mi número. Me dirigí con la mujer y me dio unos papeles para firmar. Aquellos papeles me obligaban a cumplir lo que Dios había pedido. Tenía que defender mis creencias. Para mí no era necesario firmar. Sabía que tenía que cumplir esa orden y nadie tenía porque recordármelo. Terminé firmando los papeles. La mujer dijo que en unos minutos nos diría a que lugar teníamos que ir a cumplir nuestra misión.
De repente se escucharon unos disparos y todas gritamos. Las personas que nos cuidaban dentro del albergue salieron corriendo. Algunas chicas estaban acostadas en el suelo. De nuevo me faltaba el aire y mi corazón latía rápidamente. Esa maldita crisis había regresado. Siempre lo hacía.

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