domingo, 6 de noviembre de 2011

Mentiras

( final )

Por fin llegamos al famoso albergue. Había una gran cantidad de chicas platicando y otras durmiendo. La mujer nos dijo que nos instaláramos donde hubiera lugar. Empecé a caminar entre los estrechos pasillos que las chicas ya instaladas dejaban. Tenía la esperanza de encontrar a alguna conocida.
Seguí caminando hasta que por fin encontré un pequeño espacio. Me senté y seguí pensando en mi plan. Estaba muy cansada. Tenía tantas ideas y a al mismo tiempo no concretaba nada. Después de una hora de estar ahí, un señor de unos 60 años de edad me dio unas cobijas. Me empezaba a desesperar y a estresar. De cierta forma me preocupaba mi bisabuela. Era la única persona que me preocupaba. ¿En qué momento se le había ocurrido a la señora cambiar de religión? Fue una pésima idea que ahora me traía un dolor de cabeza insoportable.
Poco a poco fui recordando las religiones de mis conocidos. La mayoría eran católicos así que de ellos no tenía que preocuparme. Había una chica de la secundaria llamada Gina y ella era cristiana. Meses atrás, Gina me había contactado por correo electrónico. Era el momento ideal para comunicarme con ella.
Lo que había entendido era que 3 días estaríamos en el albergue ideando nuestros planes y después regresaríamos a nuestro hogar y llevaríamos los planes a cabo. Me encontraba estresada y por otra parte emocionada al saber que ya tenía una víctima.
Las cosas cambiaron inesperadamente. Esa misma noche llegaron unos 200 policías al albergue. Inmediatamente se convocó a una junta para explicarnos que los planes se tenían que adelantar. Algunos cristianos empezaban a comentar acerca de lo que estaba sucediendo y no era conveniente que supieran esa información. No quedaba otra opción mas que matarlos a sangre fría. También nos dijeron que el fin de año estaba cerca y solo teníamos unos meses para lograr el objetivo.
Siempre le tuve miedo al fin del mundo pero ahora existía en mí una ligera esperanza al saber que me salvaría. Los policías fueron claros: todas las mujeres nos haríamos cargo de recoger los cuerpos mientras que los hombres matarían a todos los no católicos. Por un momento pensé que yo no hubiera tenido el valor para matar a los niños. Para ser sincera los niños no me gustaban pero ¿matarlos? Eso no era algo fácil. Regresaba a mí el mismo pensamiento: si Dios pidió que los matáramos no había problema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario